Carolina Dell´Oro

¿Es posible controlar todo?

Por: Carolina Dell´Oro | Publicado: Lunes 11 de marzo de 2013 a las 05:00 hrs.
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El martes en las calles, en las casas, las oficinas, los medios de transporte, hubo un momento de gran impacto: se conoció la noticia que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, había muerto.

Las portadas de los diarios, las redes sociales y la televisión nos mostraron ampliamente las reacciones y el impacto que generó esta noticia. Para unos murió el hombre, el estratega, el ‘profeta de la libertad’. Para otros, se abre un camino de esperanza para un país que habiendo perdido muchas de sus libertades más básicas, grita desesperadamente por derechos fundamentales que en cualquier otro país nos parecen obvios.

No olvidemos que desde su primera elección, Chávez ha realizado profundos cambios en su país: modificó el nombre (hoy República Bolivariana de Venezuela), el Escudo Nacional, la Bandera, la moneda. Incluso cambió el huso horario del país en 30 minutos, siendo el único país en tener esa diferencia. Para qué decir los profundos cambios constitucionales, que obviamente permitieron la reelección presidencial indefinida, gracias a una enmienda constitucional realizada el año 2008. En esta línea, no sorprende que además nacionalizara las principales empresas para que -según se argumentó- pertenezcan al pueblo (Petróleos de Venezuela, CANTV empresa de telecomunicaciones, la Corporación Eléctrica Nacional). Se llegó incluso, a establecer el más férreo control de divisas.

No cabe duda que Hugo Chávez era un militar estratega: tenía clarísimo a dónde quería llegar, su visión de país y qué cambios era necesario hacer para poder lograr su objetivo personal. Es verdad que era un gran orador, que convocaba la emoción de las personas, a través de lo cual lograba su adhesión irrestricta, para algunos inexplicable.

Nada era dejado al azar: detrás de este hombre había una estrategia, un cuidadoso manejo de variables y la profunda convicción que él podía manejarlas todas. Sin embargo, al parecer olvidó que hay una variable que ningún ser humano puede manejar, lo que el martes pasado se hizo patente: el momento, el día y la hora en que nuestra vida se acaba. La propia muerte.

Hugo Chávez es la máxima expresión de autosuficiencia y la planificación estratégica tanto de la vida como del destino de los ciudadanos que se le habían confiado como presidente. Pero me pregunto ¿cuántas veces a nosotros nos pasa lo mismo? Tenemos tan planificada nuestra vida, nuestra carrera profesional, la vida y el futuro de nuestros hijos, pensando ingenuamente que nosotros manejamos todas las variables. Sin duda que es bueno planificar, la proyección nos ayuda, nos permite crecer y desarrollarnos.

Pero no nos olvidemos de que todo esto debe estar sujeto a los signos concretos y cotidianos que la vida nos va mostrando. Porque Dios no sólo habla en lo espiritual; Dios a través de lo cotidiano nos va dando elementos para que nos demos cuenta que el gran proyecto de nuestra vida tiene otro horizonte. Por eso me parece tan significativo que junto a la muerte de Chávez, aferrado a su poder, que no fue capaz de reconocer en su enfermedad que no podía gobernar, en contraposición, un hombre como Benedicto XVI, sin una condición específica más que la edad, plenamente consciente de sus límites, delega o entrega el poder porque sabe que el bien de la Iglesia va mucho más allá que su proyecto personal.

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